Creer que es otra persona que llama Como indica la palabra, las creencias se construyen desde el creer, y a su vez, el creer se construye desde la confianza.
Si creemos en algo o alguien es porque confiamos en ese algo o alguien. Luego, el diálogo con la realidad, el ensayo y error, el esfuerzo y aprendizaje, la recompensa que supone el logro, la realización y el placer de crear y transformar nacen de la confianza en uno mismo, en el otro y en la vida.
Creer es confiar y cuando confiamos nos permitimos abrirnos a nuevas posibilidades, nos permitimos crear. Sin confianza no declararíamos nuestro amor, no traeríamos hijos al mundo, no invertiríamos para mejorar, no nos arriesgaríamos, no innovaríamos. Sin confianza no merecería la pena vivir. Sin confianza no hay encuentro verdadero, motor de transformación de la realidad. Sin confianza no podemos amar y no podemos abrirnos a la posibilidad de recibir amor. En realidad, el desamor no es más que la ruptura de una confianza en el otro. Confiar y vivir van de la mano. Confiar y crear son uno.
En sentido contrario, si uno cree en su fuero interno que no lo logrará, consecuentemente no dará el paso necesario, y si lo da, la inseguridad actuará como elemento que tenderá a boicotear la iniciativa. Pero quien se prepara, se forma, aprende, entrena con tesón, ensaya con alegría y esfuerzo, disfruta del proceso, trata con respeto a los demás, encuentra un sentido a su labor, incorpora los errores como activos de su experiencia, abandona el victimismo en pos de la responsabilidad, va construyendo una personalidad y una dialéctica con el mundo que le permiten avanzar y lograr en el camino de la vida, porque va esculpiendo una confianza en sus propias capacidades para conducirse y gestionar la existencia. Por todo ello, sin duda, podemos afirmar que hace mucho más el que quiere que el que puede.
Porque somos nosotros
quienes a partir de nuestras actitudes y creencias construimos nuestras realidades. Es más, por lo general, no sabemos de lo que somos capaces hasta que lo intentamos, pero para intentarlo debemos partir de la confianza mínima para dar el primer paso; debemos tener fe en que podemos crear nuestro anhelo. Para crear, a cualquier nivel, es necesario que se dé una primera condición fundamental: creer que podemos. Pero no entendamos esta creencia como un acto de fe ciega e inconsciente, sino todo lo contrario: es la consecuencia del triunfo de la voluntad, del tesón en el aprendizaje continuo, del profundo respeto al otro, de la voluntad de servir, de la humildad y del activo de la experiencia.
En este sentido, en los últimos años, la investigación de los aspectos psicológicos de la mente humana ha dejado de centrarse solo en lo patológico para abordar los aspectos positivos y determinar en qué medida la confianza, la humildad, el respeto, la gratitud, la generosidad, el perdón, la curiosidad, la esperanza, el entusiasmo o la serenidad son, entre tantos otros, poderosos acicates para la realización individual y colectiva. No fue hasta el año 2000 cuando, oficialmente, varias facultades de psicología estadounidenses, bajo el aliento del profesor de la Universidad de Pensilvania Martin E. P. Seligman, formalizaron y desarrollaron la asignatura de Psicología Positiva, que se centra en el estudio de los rasgos de carácter que ayudan a las personas a sentirse dichosas, desarrollar su potencial y a mantenerse mentalmente saludables. Seligman y otros están hoy trabajando para explicar cómo lo mejor del alma humana puede conseguir transformar la realidad individual y colectiva. Por ese motivo y para finalizar este texto sugiero la lectura de las obras de Martin Seligman, entre las que destacaría “La auténtica felicidad”.
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