Amor de madre

amor de madre es un amor infinito Por ese maquiavelismo de la memoria involuntaria, la concepción humana que evoca recuerdos del pasado sin esfuerzo consciente y que envuelve tantas veces nuestras decisiones o caprichos impredecibles, que originó la inmortal obra de Proust A la búsqueda del tiempo perdido, a partir de mojar una magdalena en una taza de té, así, el tema de mi columna de hoy, surge del encuentro en una revista olvidada, en un artículo sobre el “Amor de madre”.

Ese sentimiento raizal, tan profundo, que carece de palabras para describirlo. El hecho de engendrar y parir que, por tan natural, no reflexionamos sobre lo que supone. Todos hemos estado dentro de un vientre de mujer. La escritora Rosa Montero, autora del artículo en referencia, dirá:

amor de madre es un amor infinito

“Dentro de esa tibia caverna de sus vísceras, nuestra sangre y nuestra carne vienen de las suyas, una vez, durante un tiempo, fuimos un único y mismo ser. Y eso es algo que nuestras células no olvidan”.

La marca imborrable que hasta al más ignominioso de los hombres y la más descastada de las mujeres, todos llevamos enraizada en los sentimientos. Un hondo espacio afectivo inmensurable e intocable, sacralizado en nuestra conciencia y que, se sea demonio o ángel, todos guardamos con mimo, ese espacio de bondad idealizada y pureza intocable en torno al amor de la madre, que todos defendemos porque es defender la raíz que nos sostiene. Y se nos manifiesta en los actos trascendentales de nuestra vida como le ha pasado al presidente Trump que, durante su toma de juramento sobre la Biblia de Abraham Lincoln, puso la que su madre le regaló como recuerdo del día de su graduación de la primaria, a los 9 años, en 1955.

Todo un gesto humano del amor de madre, que tendría que ser síntoma de tiempos menos traumáticos que los que barruntan el presente que él nos ofrece.

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